jueves, 29 de noviembre de 2012
LUNA
Desde que era niño siempre había querido ser astronauta. Con solo once años, se pasaba las horas mirando el cielo, las estrellas y su queridísima luna. Con quince, le regalaron un telescopio que le permitía ver más de cerca el espacio que le mostraba ese objetivo al acercarlo a sus ojos. Con treinta y uno, se enfundó por primera vez un traje espacial.
Era todo un privilegio ya que esa vestimenta, solo la habían llevado menos de veinte personas y él, era uno de ellos. Por fin pudo recorrer los trescientos ochenta mil kilómetros de distancia que la separaban de él.
La primera vez que pisó la luna, no pudo dormir admirando la tierra desde allí arriba. Veía los océanos, los continentes y las nubes que las sobrevolaban. Había podido observar la influencia de la luna sobre el planeta azul. Como la tierra se dividía en día y noche.
Después de tanto tiempo observando el espacio y la tierra, el anhelo se ha convertido en resignación. Lo que más desea en estos momentos y nunca habría pensado en desear tanto, es volver a la tierra para poder levantar la vista al cielo y poder mirar su queridísima luna.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hombre tenía que ser, nunca saben lo que quieren.
ResponderEliminarMuy bonito Azul, sigue así, deleitándonos con tus relatos.