jueves, 29 de noviembre de 2012

MI VERDUGO ( Poema Zombi)



Miro el cielo con anhelo,
miro el mundo sin deseo.
Sólo quiero liberarme,
de este cuerpo traicionero.

Voy sin rumbo, soy errante,
vivo y muero por lograrte.
Hace tiempo fui persona,
tan real, cómo tú ahora.

Mi deseo es abrazarte,
y el tuyo, es matarme.
Deseamos tocarnos,
tú por miedo y yo por hambre

No me juzgues, no es mi culpa,
nuestros mundos se bifurcan.
Se bifurcan en caminos,
tan iguales y tan distintos.

Yo creía en un cielo,
tú ahora en el infierno.
Dos creyentes a destiempo,
unidos por los sentimientos.

Sentimientos tan dispares,
sentimientos encontrados,
sentimientos tan iguales,
sentimientos reencontrados.

Todo el mundo tiene miedo
cuando miran el tormento,
de mi cara suplicante,
pensando que los quiero muertos.

Hace tiempo que perdí el deseo,
de la carne y de la sangre.
Sólo busco a una persona,
con arrestos de matarme.

Mi deseo es apremiante
y al fin, puedo decir...
que encontré al contrincante,
con mirada penetrante.

Mi verdugo se aproxima,
sin paso vacilante.
Veo en sus ojos la fuerza,
y la pena de matarme.

Él ve en los míos la gratitud,
y una sonrisa delirante.
Alza su mano, no titubea,
y cae sobre mí para ayudarme.

No me muevo, es absurdo,
tanto tiempo esperando
que la muerte venga a mí
Y ese deseo está delante.

Sobre un punto indefinido,
veo al hombre en el camino.
Mas atrás mi cuerpo inerte
Destrozado ¡Qué alivio!.

Ahora, veo el cielo y el infierno,
en los hombros de ese "amigo".
Él liberó mi alma,
y selló... su destino.



ALBA ( Poema Zombi)

 
Hace días que vago,
sin rumbo fijo, sin destino.
No sé donde esconderme,
no sé, ni por qué vivo.

Empezó sin previo aviso,
el mundo se vino abajo,
se hizo añicos.
¿Es este nuestro castigo?

No quiero vivir con miedo,
necesito un respiro.
Quiero pensar y no puedo,
y me pregunto si deliro.

Quiero sobreponerme, a este martirio,
creía tener unas manos fuertes,
tan fuertes como cadenas,
sirvieron de bien poco y esa ahora es mi condena.

Esas bestias sin corazón,
sin sentimientos, sin alma.
Me arrebataron lo que mas quería,
me arrebataron a Alba.

Luché por ella, por su vida,
la mía ya no importaba.
Todo mi mundo era ella,
todo lo que hice, no sirvió de nada.

Maté, arranqué corazones sin vida,
mientras ella me miraba.
Sus ojos eran serenos,
los míos, no tenían alma.

En su último hálito de vida,
tuvo tiempo para hablarme,
¡¡Mamá, mamá corre, corre!!
que yo no pueda encontrarte.

Llevo días sola,
sin poder hacer ruido.
¿Puedo ser como ellos?
¿Cómo será ese limbo?

Aquí, encerrada,
esperando mí destino.
Cada vez más dispuesta,
a encontrarme con los míos.

Mi cabeza ya no piensa,
mi corazón está vacío.
Y mi alma solo vuela,
a otros mundos baldíos.

Soy consciente, esa puerta,
no resiste sus envites.
Ya la veo entreabierta,
ya no hay escondites.

Ellos entran en tropel,
ya no me importa nada.
Mi muerte será cruel,
porque la primera... es Alba.


CAMPOS DE TRIGO



Miró distraída a lo lejos, al infinito de sus dominios. Parecía desperezarse al alba pero estaba totalmente despierta pensando qué hacer.

Desde su atalaya podía divisar la extensa llanura. Todo a su alrededor eran campos de trigo y cebada que empezaban a tener el color del sol. Las nubes pasaban perezosas, sin prisas. De vez en cuando, una de ellas parecía pararse de repente, tapando los primeros rayos del sol de la mañana que bañaban la tierra; esa nube hacia de filtro y parecía que el mismo Dios alargara los dedos hacia ella, tocándola con dulzura, rozando su esbelto cuerpo, dándole un calor diferente y un respiro al verano que tenía encima.

El aire parecía que se aliara con las nubes y el sol, trayendo aromas y corrientes de calor que hacían que su instinto se pusiera en marcha. Pateó inquieta el suelo, alzó su cabeza y de su garganta salió un canto hacia el cielo. Parecía estar dando las gracias por un día más y por el retoño que tenía debajo de si. Había llegado la hora, no podía esperar más, desplegó sus alas blancas y negras, su vástago hizo lo mismo. Entonces, las dos cigüeñas volaron hacia el sol.


RECUERDOS EN BLANCO Y NEGRO



Hacía más de diez años que estaba sentada en una silla de ruedas y los dos últimos, su visión la había dejado entre claroscuros. Su nieta era la única familia que le quedaba. Cada mañana era la misma rutina; oía como se levantaba, se duchaba y trasteaba en la cocina. Ella desde su cama escuchaba todos esos ruidos familiares, esperando que terminara con el ritual matutino.

Vió a duras penas como la puerta de su habitación se abría, percibiendo como la oscuridad se retiraba de la habitación hasta que se diluía entre las cuatro esquinas de su cuarto. Escuchaba como los pasos se acercaban a su cama y la voz de su nieta dibujaba una sonrisa dándole los buenos días, cogiendo su cara entre las manos y posando sus labios en su frente.

Cuando acababa de lavarla y vestirla, parecía que la había rejuvenecido hasta trasladarla a una época, dónde recordaba como su madre hacía lo mismo cuando ella era una niña. Recordaba como cada sábado, su madre se dedicaba a cambiar las sábanas de su cama, haciendo que la habitación se impregnada del olor a jabón y a hierba buena que desprendía la ropa limpia. Ese olor, siempre lo relacionó con su madre.

No sabia que su nieta hacia lo mismo con ella, los aromas que flotaban entre esas cuatro paredes, era la esencia de su amada abuela.

Cuando la peinaba, le ponía colonia fresca en las manos, ella las frotaba y se las pasaba por el cabello, su nieta siempre se acercaba para oler la colonia recién puesta, aspirando el aroma al mismo tiempo, que cerraba los ojos y sonreía.

Al ponerle un espejo delante para que intentara ver su imagen reflejada, lo cogió entre sus manos. Su nieta la miraba sin perder detalle y acariciándole los hombros le preguntó, si le gustaba lo que veía, su abuela con una sonrisa en la boca, donde hacia ya mucho tiempo que no exhibía dientes, movió su cabeza de arriba abajo, dándole la confirmación de que lo poco que veía le gustaba.

Sonrío con tristeza, al comprender que su visión no le respondía. Su abuela le devolvió el espejo y giro la cara hacia su nieta diciéndole.

Tu mundo es en color, en el mío, los recuerdos me devuelven las imágenes en blanco y negro.



LUNA



Desde que era niño siempre había querido ser astronauta. Con solo once años, se pasaba las horas mirando el cielo, las estrellas y su queridísima luna. Con quince, le regalaron un telescopio que le permitía ver más de cerca el espacio que le mostraba ese objetivo al acercarlo a sus ojos. Con treinta y uno, se enfundó por primera vez un traje espacial.

Era todo un privilegio ya que esa vestimenta, solo la habían llevado menos de veinte personas y él, era uno de ellos. Por fin pudo recorrer los trescientos ochenta mil kilómetros de distancia que la separaban de él.

La primera vez que pisó la luna, no pudo dormir admirando la tierra desde allí arriba. Veía los océanos, los continentes y las nubes que las sobrevolaban. Había podido observar la influencia de la luna sobre el planeta azul. Como la tierra se dividía en día y noche.

Después de tanto tiempo observando el espacio y la tierra, el anhelo se ha convertido en resignación. Lo que más desea en estos momentos y nunca habría pensado en desear tanto, es volver a la tierra para poder levantar la vista al cielo y poder mirar su queridísima luna.

NIEBLA

 
 
La luz de la luna baña el camposanto dándole un aire triste e irreal. Parece que la noche está tranquila, pero hay movimiento en el recinto. Los grillos alegran la noche con sus cánticos y la niebla ha ido dejándose ver perezosa, naciendo en la tierra húmeda.

Se ha enroscando lánguida entre las flores ya marchitas de algunas tumbas, donde hace ya algún tiempo nadie visita. Esa misma niebla da una visión tétrica a las lápidas y si se presta la suficiente atención, parece que las inscripciones se han detenido en el tiempo.

Algunas rezan palabras incomprensibles ya que están tan gastadas, que ni pasando las yemas de los dedos sobre ellas notas su relieve. Entre lápidas y panteones, se divisan dos figuras. Avanzan desalentadas por el terreno que les pertenece desde hace mucho tiempo, buscando no se sabe qué.

Desde hace algunos días pueden moverse por el cementerio con mucha más libertad ya que los setos que molestaban su paso han sido cortados. Levantan al unísono sus cabezas. Se ven y van al encuentro el uno del otro. Por fin después de tanto tiempo se han encontrado. Ahora ya pueden difuminarse con la niebla y desaparecer como ella apenas amanezca.