martes, 26 de febrero de 2013

RELATO DE TERROR

PADRE
 




 

Cuando nació Samuel fue una bendición para sus padres y toda la familia. Samuel había sido un hijo muy deseado, después de varios años e intentos fallidos. Cuando los tratamientos a los que se había sometido su madre por fin dieron fruto el resultado no hubiese podido ser mejor. Un hermoso niño de más de cuatro kilos y una cara angelical.

Cuando aprendió a caminar sus pasos resonaban en toda la casa, las risas de sus padres acompañaban a esos zapatitos como si fueran campanillas. Los juguetes — demasiados para un niño de tan corta edad— iban y venían por todas las habitaciones. Resonaban haciendo saber en cada momento dónde se encontraba él.

Era muy espabilado para su edad y con cuatro años empezó a dibujar con sus lápices de colores todo lo que sus ojitos veían o sus oídos escuchaban Al principio fueron garabatos con miles de colores. Después flores y valles verdes, caballos que parecían gatos y gatos que parecían caballos, ríos sin fin desbordándose por la hoja de papel, y soles que parecían que con sus sonrisas iluminaran la habitación llenándola de luz.

Ahora Samuel contaba con siete años, su habitación había cambiado con él. Dónde tiempo atrás había habido una cuna, se hallaba su cama, en las paredes ya no había dibujos para bebés. Ahora estaban los dibujos de sus cómics favoritos. Seguía dibujando, pero no con la alegría de uno tiempo  atrás. Todo empezó cuando vio por primera vez  dibujos e inscripciones extrañas que no entendía en sus cuadernos de dibujos. Predominaban los colores negros y rojos, sabía que no los había escrito ni dibujado. Sus padres menos aún ya que nunca tuvieron la destreza que el poseía.

A medida que pasaban los días y se fueron sucediendo por  meses, el carácter de Samuel fue “envejeciendo”, se volvió huraño y hostil con la gente que más le quería. Empezó a encerrarse en su habitación y a hablar solo. O, eso pensaban sus padres.

Su madre empezó a preocuparse. Su padre solo decía que eran cosas de niño, pero ella estaba convencida de que algo pasaba. Cuando una de las muchas noches que su madre estaba despierta por el insomnio de la preocupación, pudo ver por debajo de la puerta de la alcoba de su hijo una luz de color rojo intenso y, escuchar dos voces. Acercó el oído y escuchó a su hijo decir:

— ¿Y todo será mío? Y a continuación una risa brutal e inhumana, con matices de amor hacía el pequeño, estalló en cuarto de su hijo.

Tapándose la boca para frenar un gemido, la madre de Samuel se quedó paralizada ante el horror de pensar que alguien se había colado en la habitación de su pequeño.

No tuvo tiempo de más, ya que de golpe se abrió la puerta y con horror pudo ver a su hijo sonriendo, abrazado a un ser indescriptible salido de las mismísimas entrañas de la tierra.

— Mamá no te asustes, el nos protegerá, nos dará todo lo que deseemos, pues él es mi verdadero padre.

 

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